jueves, 28 de abril de 2011

Prueba de inserción

Antes o después sabía que tenía que llegar. Yo no quería, pero sabía que era una prueba más de mi inserción en México. El encuentro con la policía mexicana. Hace años que alguien me dijo que si tenía algún problema (accidente de tráfico, extravío, dudas generales) nunca acudiera a la policía porque ellos empeorarían la situación. Y así hago. En cuanto los veo me pongo firme para no llamar su atención. Es cierto que no estamos en la época franquista o en medio de una dictadura, pero su nivel de corrupción es tal que pueden hacer lo que sea para sacarte dinero. Sé que el gobierno de Calderón ha hecho algunas purgas, pero por si las moscas me toca la manzana podrida, prefiero no cruzarme con ellos. Sus sueldos son irrisorios, de ahí que sean fácilmente sobornables por todos, desde el ciudadano de a pie hasta los grandes narcos.
Para entender lo que me pasó el otro día hay que explicar cómo funcionan los carnés de conducir aquí. No hay examen. Eso es. La filosofía es que si tú quieres sacar el carné será porque sabes conducir, si no, ¿para qué lo quieres? Antes o después te matarías. Por lo tanto, tú vas a por el carné de conducir como quien se va a hacer el DNI o el pasaporte. Nadie revisa la vista, si estás cuerdo o si te sabes alguna señal. Nada. A partir de los 16 años ya puedes tenerlo y listo. Os podéis imaginar entonces que las señales de tráfico escasean. Por el momento he visto sólo dos, la de ceda el paso (que nadie cede) y la de prohibido aparcar. Nada más. Lo de la línea continua por la carretera es un adorno más.
Bueno, pues el otro día salí a cenar a una zona que no conocía. Me perdí con el coche, obviamente. Iba con mi mapa y me metí en una pseudocalle (no sabía si era el patio de una urbanización). Caminé 20 metros y enfrente me sale "la patrulla" (como se les llama aquí). Me hace una señal para que me pare. Y se me hiela la sangre pensando en las mil historias que me han contado (ya me veía como la peluquera de Porriño).
Bajo la ventanilla y el policía me dice que voy en dirección contraria. Joder, y cómo lo voy a saber si no hay señales que lo indiquen! Mi ingenio mexicano me hace responder:
-No, cómo cree? Estaba aparcando porque voy al restaurante de la esquina (lo había visto un segundo antes y me quedé con el nombre).
-No, señorita, usted iba por esta vía y es dirección contraria. Déjeme su licencia (hago un esfuerzo por sonreír, ser amable, mientras calculo cuando le tendré que dar como mordida).
- Como no, aquí tiene, soy española. (Y asumo el riesgo de que o me tima más porque piensa esta es europea y le sobra el dinero o me deja irme para no provocar conflictos diplomáticos mayores).
Le doy el tríptico rosa que tenemos como carné de conducir.
- Los documentos del coche.
- Sí, aquí tiene (en este punto, cagada de miedo pero sonriendo siempre)
Mira y remira el carné español, mientras yo calculo que le daré unos 15 euros pero no sabía si tenía cambio en el bolso.
Se baja el segundo policía para revisar todo el coche.
Después de anotar la matrícula, ver que los documentos están bien me dice:
- Bueno, güerita puede irse, pero tenga cuidado al conducir porque estaba en dirección contraria.
OHHHHHH, Milagrooooooo, no me pide nada!!!!!!
- Como no, muchas gracias, le agradezco la advertencia, que tenga buena noche. Muchas gracias, muy amable.
Doy la vuelta, dejo que se vayan y hago como que me meto en el dichoso restaurante al que nunca fui.
Me temblaba todo. Respiré hondo y me fui de esa pseudocalle.
Seguramente el que fuera española les echó para atrás. Así que debo decir que mi primer encuentro (y espero último) con la patrulla no fue del todo mal. Quizá querrían dar la imagen de un país moderno o quizá topé con uno de los pocos honrados.

martes, 26 de abril de 2011

Misteriosos silencios

Debo de estar envejeciendo porque cada vez noto que en mi interior explotan brotes irracionales de intransigencia. En una de mis primeras entradas reflejaba el choque lingüístico y paralingüísico con esta tierra. Me he adaptado (e incluso no me disguta) la extrema educación de los mexicanos. Todo inunda el por favor, gracias, buenas tardes, que le vaya bien, con permiso, sería tan amable, que tenga buen día, etc. (no me vais a reconocer cuando vuelva ;-) Pero una cosa se me resiste: los silencios. No sé cómo interpretarlos.
Estoy acostumbrada a que ante una pregunta haya una respuesta más o menos convincente. Pero aquí muchas veces surgen silencios que se hacen eternos. Y no sé cómo afrontarlos.
"Perdone, tendría que pasar a esa área para realizar una reclamación porque mi maleta está rota". "No". Silencio. Los ojos de la guardia de seguridad se congelan en una mirada inerte. "Pero es que necesito pasar". "No". Silencio. (Recuerdo que no se puede levantar la voz ni hablar golpeado, por lo que me esfuerzo en hablar muy suave). "Pero es que es la única posibilidad para..." "No". Continúa su mirada agilipollada (perdón por la expresión). Me parece que estoy dentro de una cámara oculta. Consigo una frase. "Vaya a hablar con su compañía aérea". "Pero es que son las 6 de la mañana y no hay nadie en la oficina". "Lo siento, no". Y me empieza a hervir la sangre. Pero por qué me mira así y no me da una explicación.
Se me agota la paciencia. No consigo mantener la calma y exploto por primera vez en este país (=gran cabreo).
Un amigo me comentó que en estos casos ese silencio se traduce en una petición no verbal de mordida, a la que obviamente no estoy acostumbrada porque no forma parte de mi alfabeto habitual.
No consigo descifrar estos silencios. Seguiré investigando este misterio.

lunes, 18 de abril de 2011

Las sandalias


Alguien me dijo un día que viendo los zapatos de una persona, se pueden conocer datos sobre ella. Así que rápidamente nos podemos imaginar quién es el sujeto de estas sandalias.

Como estrategia de asimilación, nuestra mente suele simplificar, reducir la realidad que percibe, y aunque nos facilite el entendimiento, nos conduce muchas veces a errores. El otro día un compañero me recordó que pensar que lo que veo en el DF es muestra de lo que sucede en toda la República es un error. Es una afirmación bastante obvia pero cuando viaAñadir imagenjamos asumimos que los rasgos que observamos en un lugar corresponden a toda la comunidad. Conocemos Roma, París o Berlín y pensamos, erróneamente, que el resto de Italia, Francia o Alemania es muy semejante.

Este fin de semana me fui a Tepoztlán (inciso: a los que les gusta Aute, la menciona en la canción Cinco minutos). Es un pueblecito a unos 90 km del DF. Ambiente rural por los cuatro costados. Aquí se vive muy al margen de lo que sucede en el Distrito, de la contaminación, del tráfico, de la burocracia. Muy al margen de todo, de Libia, de Obama, de lo que se decide en Los Pinos (el equivalente mexicano a la Moncloa). La vida aquí va en paralelo a la existencia capitalina. Dos mundos que nunca se tocan.

Es este mundo paralelo el que nutre los ejércitos de los narcos. Las jóvenes generaciones se resisten a mantenerse al margen y la autopista hacia el otro mundo la ofrecen los narcotraficantes. Dinero fácil por escaso riesgo (esa es la falsa oferta). Son jóvenes que prefieren calzar botas rancheras a sandalias como las de sus abuelos. Cuando conocen el verdadero precio de esas botas, ya es demasiado tarde.

PD. Hace unos días encontraron en Tamaulipas una fosa con 145 cuerpos. Lo más parecido que se me viene a la cabeza son las fosas de Sbrenica, desgraciadamente más numerosas. Tiempo al tiempo.

viernes, 15 de abril de 2011

Farmacias


Todos los días se escucha en la radio y en la televisión que "el sol está muy fuerte", es decir, que las radiaciones ultravioletas están rozando el máximo nivel, por lo que en la Ciudad de México es casi obligatorio ponerse protector solar para salir de casa. Incluso hay gente que va por la calle con paraguas.

Como me voy a ir a la playa unos días, me fui a comprar uno a una farmacia. Sólo me vendían el de 50. Insití (pensando que si me pongo eso me da hasta frío) pero no hubo manera, en las farmacias sólo venden esa protección tan alta.

Y ahí entré en contacto con el maravilloso mundo de las farmacias en este país. No hay ningún tipo de control estatal como en España, de tal modo que si tú quieres poner una farmacia, pues la pones como si fuera una librería o una zapatería (así me han dicho). Consecuencias? Que entras a la farmacia como si fuera un supermercado con las ofertas de la semana. "Esta semana oferta de Aspirinas" o "Aproveche los precios de esta semana en XXXX". Con folletos incluidos.

Cuando te acercas al mostrador para comprar ibuprofeno, pongamos por caso, la dependienta te ofrece la última crema antiarrugas ZZZ. Le dices que sólo quieres ibuprofeno y te responde que la crema para la cara es muy importante por las razones X, además esta semana está de oferta y si la compras te regalan el balón de playa y... No gracias. Mientras va a buscar la medicina me deja el folleto con las ofertas de la semana. Vuelve y de nuevo me repite que estoy perdiendo una oportunidad única.

Todo está copado por grandes franquicias de farmacias: las del ahorro (que curiosamente me han dicho que son las más caras), las populares, los similares, las San Pablo, las del doctor Schimdt, el doctor Simi, etc. Todos los supermercados y grandes cadenas tienen su farmcia. Al comprar al mayoreo ofrecen mejor precios y nadie compite con ellas.

La verdad es que esta liberalización no la veo del todo mal. Al menos evitaríamos que las farmacias se transmitieran de padres a hijos como si fuera el trono de los Borbones.

miércoles, 13 de abril de 2011

La Merced

Hoy acompañé a una persona a La Merced a hacer unos recados porque está a punto de abrir un restaurante pequeñito. Qué es La Merced? Pues el mercado más grande México.
Allí me fui tras la advertencia de que no era un lugar recomendable, que me quitara todas las joyas, que no llevara bolso y que fuera vestida con la ropa más sport posible.
Pero no imaginéis una plaza de abastos, si no un mercado de todo, TODO, todo. Desde juguetes, hasta pasteles, desde verduras hasta cestos y cerámica, desde disfraces hasta ollas y tenedores, desde todo tipo de recipientes de plástico hasta monos o tigres, desde cocinas hasta brujería. Ay, sí, brujería. Estuve unas tres horas y vi una décima parte. Una ciudad sin límites como esta es obvio que necesita un mercado descomunal. Sólo podía existir aquí porque en Europa la pesada y aburrida normativa de la UE hubiera prohibido TODO. Los productos de juegos no cumplen ninguna prueba de seguridad, ni la carne ni los quesos están en neveras, los animales vivos no tienen ningún control veterinario. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Nada de eso me llama mucho la atención porque era la situación de España hace unas décadas. ¿O la UE permitiría el juego de la goma o las chapas hoy en día? Lo que más me impactó fue el apartado de brujería (unos 500 metros cuadrados). La gente que me conoce sabe que me impresiona bastante (es decir, que nunca he visto una peli de Freddy Krueger porque me muero de miedo). Bueno, pues ahí estaba yo delante de todas las figuras de la Santa Muerte, de Malverde (el santo de los narcos), de hierbas e inciensos de mil tipos para toda clase de males (desde para quemar grasas, hasta la diabetes o desengancharse de la droga), de animales muertos como víboras, armadillos y otros que no sé ni qué eran. Y obviamente te ofrecen servicios. Preguntamos por "las limpias" y nos aconsejaron a doña Lupe. Allá nos fuimos y en un puesto de seis metros cuadrados había cinco personas a la cola. Como mi acompañante no era fanática, se fue al puesto de enfrente y "se hizo una limpia" por 3 euros. El huevo salió intacto, así que no tenía mal de ojo. Yo miraba callada e impávida todo. La gente compraba muñecos para hacer brujería y clavar alfileres. Ya sé que vengo de la tierra de las meigas, pero esto está a otro nivel. Nada que ver con San Andrés de Teixido. De lo impresionada que estoy, me he quedado sin opinión. No sé si es bueno o malo. Si es prueba de ignorancia o de riqueza cultural. Si lo deben prohibir o si lo deberían fomentar como patrimonio inmaterial de la Humanidad. En fin, que a ver si reacciono par seguir con el blog.

domingo, 10 de abril de 2011

De par en par













El mundo del turismo está hecho para pares. No entiendo por qué las medidas en este ámbito no parten del número 1, como en el resto de nuestras vidas, sino del 2. Me he venido de fin de semana a Puebla, ciudad colonial a 130km de México DF. Cuando empecé a preparar mi viaje me di cuenta de que las tarifas en los hoteles son las mismas sean 1 ó 2 los ocupantes de la habitación. Tampoco se alteran si son 1 ó 2 los que desayunan en los macrobuffet. Reservo para cenar (por eso de seguir cuidando la línea curva) y de nuevo ¿Cuántas personas serán? Yo sola ¿Sola? Sí, sola. Pienso si me debo de sentir culpable. Pero no, es una soledad opcional y transitoria porque podría haber venido acompañada de alguien de mi entorno, pero sencillamente no quise. Estoy muy bien sola, tranquila. No quiero ni hacer amigos ni entablar conversaciones tipo sobre el tiempo, la seguridad o la corrupción. Yo conmigo misma me basto como compañía. Lo único malo son las fotos. Así que para daros envidia aquí os dejo un par en las que obviamente no salgo. PD: No tiene nada que ver, pero desde aquí rido homenaje a Sidney Lumet, director de mi película favorita, Network (1976), que falleció hoy. Si no la habéis visto no sé a qué esperáis.

jueves, 7 de abril de 2011

Temblor

Hoy tembló, como dicen aquí. A las 8.11 de la mañana, mientras me tomaba mi café con Frosties, hubo un sismo de 6.5. Y yo no me enteré. Yo me imaginaba que cuando hubiera un terremoto me iba a tambalear como se ve en la películas y ni siquiera me enteré. Dado que tengo un mareo constante por las cervicales, no percibí el movimiento de la tierra. En fin, que aquí la gente sigue su ritmo normal, como si nada. Se cumple lo de la selección de las noticias, porque en México un terremoto de 6,5 no es titular. Demasiado habitual. A todo nos acostumbramos, incluso a que en las noticias de todos los días nos informen de hallazgos de cabezas en Acapulco, Cuernavaca o Ciudad Juárez. Sí, quien encuentra una cabeza cortada como quien encuentra un euro por la calle. En estos casos al ser humano le tendría que temblar el alma.

miércoles, 6 de abril de 2011

Descendemos del mono

Hoy no he ido a la universidad (lo que no quiere decir que no haya trabajado) porque tenía que hacer trámites burocráticos. Así que me dije: hazlos a primera hora que habrá menos gente. Me fui a la Embajada, situada en un palacete en uno de los mejores barrios de la ciudad. Oh sorpresa! Cola en la calle de 30 personas para entrar. La verdad es que fue rápida (15 minutos). La gente tenía cita desde hacía meses para hoy, y yo no. Ellos iban a conseguir la nacionalidad española (por lo de la ley de la memoria histórica y no entro al trapo porque en lugar de un blog esto se convertiría en una enciclopedia) y yo a darme de alta en la embajada y solicitar mi voto para las municipales. Control de seguridad bestial para entrar. Dejas tu DNI al segurata que te lo devuelve a la salida (Ah! y si para los trámites lo necesitas? "pues ni modo"). Ventanilla de información con un señor muy eficiente que coordina a las decenas de personas en cola. A mí me parece una feria, pero por lo que me dicen hoy es un día con poca gente. Me doy de alta en la embajada y solicito el voto por correo. Me dan un impreso en el que me exigen que me dé de baja en el censo de Orense. ¿Qué? Solicito información y me dicen que dado que yo estoy trabajando en México (he entrado con un visado de trabajo que me exige la UNAM) para España yo resido en el extranjero. Y no sólo eso. Como residente en el extranjero, no tengo derecho a votar. !!!?????!??!?!?!? Qué??? Y como a tocanarices no hay quien me gane, le digo que no, que yo soy residente en España, con un trabajo en España, que no me pienso quedar más que tres meses y que tengo derecho a votar. Ah! No! Dado que usted ha entrado como trabajadora en territorio mexicano, para España usted no reside en España y como tal no puede votar en las municipales. Qué????!!!! Cuento hasta tres, sigo con el tono normal. Y como no consigo nada, opto por la opción B (dado que descendemos del mono, algunos sólo atienden así): alzo ligeramente la voz y le digo que está violando un derecho constitucional básico, que como ciudadana española tengo a derecho a participar en la elección de mi ayuntamiento. Repuesta: no, pero es que usted reside en México. (Joder, qué parte de mi frase no ha entendido!!!!). Bueno, pues ya "cursaré las oportunas protestas a la autoridad competente ante la violación de mi derechos básicos como ciudadana" (es que cuando me pongo cursi, lo consigo, eh?). Respuesta: Iré a hablar con el canciller para ver qué se puede hacer. Sí, vaya, vaya. Cinco minutos después: ya no consto como residente en México y puedo votar. Una hora y media de trámites, dolor de cabeza incluido y misión cumplida. Me cabrea esa parte de la burocracia que no hace su trabajo si no se protesta, se enfada o se levanta la voz. En Orense, al poner una denuncia por una aterrizaje de emergencia, el funcionario del Juzgado me preguntó si había salido del aeropuerto de Orense. No voy a contar aquí todas mis anécdotas con la Administración (para la que yo también trabajo) para no alargar ya la enfarragosa entrada de hoy. Dejo para mañana el capítulo 2. De la embajada me fui a la Oficina de Migración de México. Por cierto, ni pensaba votar en las municipales antes de entrar en la Embajada.

lunes, 4 de abril de 2011

Cine platino

Los fines de semana en otro lugar se convierten siempre en una incógnita. Los puedes aprovechar para viajar (aunque sola en este país no es muy recomendable), para trabajar (veáse la entrada de las persianas) o para imitar lo que podría ser un fin de semana en Orense, Coruña, Madrid o Génova. He evitado el aburrimiento y el trabajo enclaustrada para no acabar escribiendo sobre el bidé. Así que el viernes por la noche acepté una invitación para ir al cine. Mi primer cine en México. En estas circunstancias hubiera aceptado cualquier oferta, desde mariachis, hasta jazz o lucha libre, todo con tal de relacionarme con gente al margen de la universidad. Lo del cine me provocaba curiosidad porque en cada país hay costumbres diferentes. En Italia, por ejemplo, sigue habiendo descanso en mitad de la película, como en la España de hace treinta años cuando salíamos al bar a comprar pipas y sugus. ¿Cómo sería en México?

Obviamente, fuimos a un multicines de un enorme centro comercial, como en cualquier ciudad europea. Pero existen dos tipos de salas. Las habituales (que todos conocemos) y las platino. ¿Y qué es eso de función platino? Bueno, pues una sala en la que las butacas son cómodos sillones que se reclinan hasta casi hacerse camas y con mesitas al lado. Es decir, como si estuviera en la primera de un avión. Con camareros que te ofrecen comida (nachos, sushi, tacos, patatas fritas, sandwich) o bebida (martinis, tequilas, ron, etc.) ¿Precio? 7 euros (con los gastos de alimentación al margen)

La verdad es que al principio te quedas boquiabierta al ver semejantes comodidades. Lujazo a todo dar. Pero pensando en alguno de vosotros le vi un inconveniente: ruidos y olores. Desde el que muerde el nacho hasta el que se puede dormir (y roncar) por lo mullido del sofá. Desde el que come sushi (con olor a pescado) al que engulle patatas fritas con salsas picantes. Si eres de los puristas que no hablas NADA en el cine, que te concentras al máximo, estas salas no son para ti. Si, en cambio, te lo tomas como una imitación de tu sala de estar, con sillón y picoteo incorporado, es un gran invento, y nada caro, comparado con los precios españoles e italianos.

Otra diferencia: el doblaje. Aquí las películas (al menos las estadounidenses), no se doblan, sólo se incluyen subtítulos en la versión original. He ahí el porqué ellos dicen "googuel" mientras cualquier españolito de a pie dice "guguel".


En cuanto a la peli, fui a ver "La otra familia", film mexicano sobre el mundo gay, basado en un hecho real. Bastante dura, sobre todo en este país, en el que la comunidad homosexual no está muy integrada.