martes, 26 de abril de 2011

Misteriosos silencios

Debo de estar envejeciendo porque cada vez noto que en mi interior explotan brotes irracionales de intransigencia. En una de mis primeras entradas reflejaba el choque lingüístico y paralingüísico con esta tierra. Me he adaptado (e incluso no me disguta) la extrema educación de los mexicanos. Todo inunda el por favor, gracias, buenas tardes, que le vaya bien, con permiso, sería tan amable, que tenga buen día, etc. (no me vais a reconocer cuando vuelva ;-) Pero una cosa se me resiste: los silencios. No sé cómo interpretarlos.
Estoy acostumbrada a que ante una pregunta haya una respuesta más o menos convincente. Pero aquí muchas veces surgen silencios que se hacen eternos. Y no sé cómo afrontarlos.
"Perdone, tendría que pasar a esa área para realizar una reclamación porque mi maleta está rota". "No". Silencio. Los ojos de la guardia de seguridad se congelan en una mirada inerte. "Pero es que necesito pasar". "No". Silencio. (Recuerdo que no se puede levantar la voz ni hablar golpeado, por lo que me esfuerzo en hablar muy suave). "Pero es que es la única posibilidad para..." "No". Continúa su mirada agilipollada (perdón por la expresión). Me parece que estoy dentro de una cámara oculta. Consigo una frase. "Vaya a hablar con su compañía aérea". "Pero es que son las 6 de la mañana y no hay nadie en la oficina". "Lo siento, no". Y me empieza a hervir la sangre. Pero por qué me mira así y no me da una explicación.
Se me agota la paciencia. No consigo mantener la calma y exploto por primera vez en este país (=gran cabreo).
Un amigo me comentó que en estos casos ese silencio se traduce en una petición no verbal de mordida, a la que obviamente no estoy acostumbrada porque no forma parte de mi alfabeto habitual.
No consigo descifrar estos silencios. Seguiré investigando este misterio.

4 comentarios:

  1. Me acomplejas. Llevaba yo unos días medio desconectado, escribo algo y de paso entro en tu blog. Hala, qué máquina. Y qué divertido de leer.

    Bueno, voy al grano.

    El caso es que hace un tiempo yo me enfrenté también a una invitación a la mordida. Le solté sin muchos rodeos un leonés "déjese de historias y dígame cuánto" y el sujeto en cuestión me repetía "yo no quiero nada, yo no quiero nada".

    El angelito era tan sutil que me estaba marcando, al parecer, los dólares que tenía que untarle con las manos en el pecho. Cinco deditos y yo sin entenderlo. Me lo explicó un colega que estaba viendo la escena y que sabía más de lenguaje local que yo. Así que ya ves, a veces son las palabras; otras, los silencios; y otras el gestito adecuado de las narices. No hay nada como viajar para aprender.

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  2. Gracias por los piropos al blog :-)
    Es que yo traslado esa imagen a Lavacolla o Alvedro y me veo entre rejas. Ya veo lo importante que es viajar.

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  3. Después de haber leído a tu amigo Sanjuán, la próxima vez que me preguntes a cuántas horas equivale un crédito en la uni italiana, te contestaré con un misterioso silencio. Y si insistes, con un "Lo siento, no" ;-)

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  4. No, Ana, por favor, no me desampares. No me puedo quedar sin tu ayuda... El silencio no va contigo ;-)

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